Venid, venid, todos,
venid, adoremos
al divino Niño
le glorifiquemos.
En el esplendor
del eterno Padre,
que por nos nació
de una virgen madre.
Es ángel de paz
y del gran consejo,
es la misma luz
y en él no hay reflejo.
Es luz de la luz
de un Dios sin segundo
quien domina el cielo
y estremece el mundo.
Como el Sol divino
de la bella aurora,
nació el infantillo
que el alma adora.
Los Reyes dichosos
vienen del Oriente,
a ofrecerle dones
al Omnipotente.
Por tu nacimiento,
¡oh gran Sión!
Dadnos ahora y siempre,
vuestra bendición.
Agradecimientos: Rubén Osegueda